martes, 6 de abril de 2010

Los Beneficios de la Libertad


El hecho de que un animal pueda deambular libremente no es algo muy común hoy en día en las zonas urbanizadas. Pero en las zonas serranas aún se observan perros y gatos circulando libremente por as calles. Lamentablemente la gran mayoría de las mascotas deben permanecer encerradas la mayor parte de su tiempo de vida. Entonces la pregunta sería: queremos a nuestras mascotas? "Claro que si!" será la respuesta masiva. Pero en realidad cuando yo quiero a alguien trato de que por todos los medios sea feliz. Y la verdad es que no estoy muy convencido de que querer a nuestras mascotas sea mantenerlos encerrados. "Lo saco a pasear" me podés decir, pero... cuanto, media hora... una hora por día? Imaginate un ser humano que lo sacan a pasear una hora por día. No le puedo llamar a eso "libertad".

La libertad que tiene Tato (nuestro gato) es admirable ya que ni los humanos tenemos esa libertad. Se va cuando quiere, vuelve cuando quiere y tiene un plato de comida y cualquier cama de la casa para dormir cuanto quiera. Eso es vida!

El tema es que Django (en honor a "Django no perdona") y Ana, nuestros perros, han gozado hasta hace muy poco de esa libertad. Hoy por una cuestion de edad y para que otros perros no les hagan daño, los hemos tenido que mantener dentro. Pero durante los 12 años de Django y los 10 de Ana, han sido libres de deambular por el barrio y esto hizo de ellos, animales absolutamente buenos (principalmente Django, a quien propondremos para ser canonizado como santo) y hoy por hoy, podemos en nuestra familia, estar tranquilos de que ellos, dusfrutaron de la libertad, tanto como nosotros.

Algunas veces esto nos trajo inconvenientes con gente que se los quizo robar (cuando Django era cachorro uno que pasaba por la calle le puso una cadena y se lo llevó!, menos mal que Gaby lo vió a tiempo); y a veces las tormentas o los fuegos artificiales los asustaban y terminabamos buscándolos por todos lados hasta encontrarlos. En esto Django siempre fue más sensible y asustadizo y teníamos que atarlo un rato. En una oportunidad alguien lo ató dentro de su casa (aclaro que Django, como pueden ver en la foto, era un Ovejero Alemán de gran porte) y tuvimos que hacer una movida en todo el pueblo con afiches, autoparlante, recompensa, etc. Al final lo encontramos atado dentro de un rancho en un desarmadero de autos en una villa. 10 días estuvo atado, se había hecho un perro malo y nadie podía acercársele, ni siquiera el infeliz que lo había atado, pero cuando escuchó mi silbido su cara se transformó y me salto encima a puro lenguetazo.

Hoy nos toca despedirnos y le rendimos honores a Django, por su bondad, su compañerismo, su espíritu de libertad y le deseamos que descanse en paz tras haber disfrutado de una vida libre y en familia. Salud amigo! Te vamos a extrañar.

lunes, 5 de abril de 2010

Fotografía Viajera

Arte shopping - Galerías Pacífico - BsAs

Mendoza Impactante



Joya literaria en Recoleta


Urbano extremo - Plaza San Martín - BsAs


Músicos callejeros - BsAs


Músicos callejeros - BsAs



Contraste - BsAs



Contramano - Casa Rosada



A prueba de todo - Plaza de Mayo


Olvidada - Plaza de Mayo


Veteranos de guerra? - Plaza de mayo



Festa in piazza - Mendoza


Festa in piazza - Mendoza


Costanera Rosario



Costanera Rosario


Audi LeMans abandonado - Recoleta


Corcovado en Recoleta


Privados de Libertad - Recoleta


Verano porteño


Una Breve Historia Scout


UNA BREVE HISTORIA SCOUT
(relatada por un no scout)

Prólogo
Las llamas del pequeño fuego crepitaban sobre el menudo montón de ramas secas interrumpiendo la misteriosa oscuridad del bosque. Las caras de todas aquellas personas se encontraban iluminadas por un fuego que contenía mucho más que calor, mucho más que luz, mucho más.
Aquella noche, ese fuego, estaba quemando muchas más cosas que la leña y el papel, estaba incorporando a la naturaleza las intenciones de muchos niños con la ilusión de que ésta los escuchara, los comprendiera y los siguiera manteniendo tan vivos y tan llenos de aquella energía que los caracterizaba. Se escucharon las suaves y temerosas voces pidiendo “por más organización... por más higiene... por menos enfermedades... por menos lluvia...” y algunas cosas más que ellos realmente consideraron importante pedir.
Como para seguir despertando aquel viejo bosque, los cantos y las danzas comenzaron a sentirse con un conocido “Cuando un scout baila... baila, baila, baila” que hizo que esta energía tan viva y tan real, se traspasara desde los niños a los más grandes y más viejos, volviendo por un momento a sentirme otra vez un joven.
Difícil es comprender la actitud de aquella gente, que no hacía sino contrariar el desconfiado pensamiento de algunos de los más viejos que estábamos aquella noche en aquel bosque. Sentimiento que teníamos por ese sano hábito sobre-protector, que hace que estemos cuidando de nuestros pequeños hasta inclusive... cuando dejan de serlo.
Pero la realidad y la alegría, harían que se llenara de optimismo y de regocijo el corazón del padre más pesimista.



Capítulo 1
Para que entiendas mejor de lo que estoy hablando, necesito remontarme ocho días hacia atrás, momento en que me disponía a iniciar un viaje de 100 kilómetros para llegar hasta el campamento instalado en el pequeño pero bello pueblo de “Los Reartes”, Valle de Calamuchita, Sierras de Córdoba. El mismo había sido armado 5 días antes, por el Grupo Scout Tinku Huairaspa de Unquillo, al que pertenecen mis hijos, Agustina (12) y Christian (13).
Mi destino ese día era el campamento, debido a que hace un tiempo me encuentro trabajando con ellos y simplemente quería colaborar con la cocina o lo que fuere y ser scout aunque sea por solo un par de días.
La ansiedad por viajar hasta tan increíble lugar, conocer el campamento, ver a mis amigos (dirigentes y otros padres) y principalmente, ver a mis hijos, hizo que durmiera poco y nada las dos noches anteriores. Lo único que mantenía mis pies en la tierra, era que debía dejar sola a mi esposa (la mujer de mi vida) Gabriela.
Pero dejando de lado todo, ese viernes 7 de enero de 2005, terminé mis labores diarios, me acomodé un poco, controlé que mi muy querido Ford Falcon del 77 estuviera en óptimas condiciones de viajar y partí. En el camino recogí a un scout hijo de un amigo, Juan Pablo, una dirigente de caminantes, Paula, y un dirigente de scouts, Lucho.
Con todo el ánimo y todas las ganas iniciamos aquel viaje a través de las hermosas sierras cordobesas.
Mientras bordeábamos la ciudad de Córdoba, por el Tropezón, observamos con poco agrado que hacia el sudoeste caían un rayo tras otro, pero por supuesto, nuestro ánimo estaba intacto.
Mientras Lucho nos cebaba unos mates con el mayor de los cuidados de no dejar caer “ni una minúscula partícula de yerba” en el piso del auto, escuchábamos a Charly García y charlábamos.
A medida que avanzábamos, veíamos que nos encaminábamos más y más a aquella tormenta que cada vez era más oscura.
Al doblar desde la autopista Córdoba-Carlos Paz y tomar la ruta que va a Alta Gracia por Falda del Carmen, nuestros ojos se abrieron más y más, al observar que nos dirigíamos directamente hacia una franja de unos 2 o 3 kilómetros de ancho color marrón que bajaba desde el cielo y caía, junto a numerosos rayos, directamente en nuestra ruta. En ese momento les dije a todos: “Prepárense, que la vamos a atravesar”, y a Lucho le dije “andá guardando el mate, que en cualquier momento nos tenemos que bajar a tapar el auto”. Las cartas ya estaban echadas, nuestras ganas de llegar al campamento scout fueron más fuertes que la razón y el miedo. Y encaramos de frente a aquella tormenta.
Momentos después, comenzaron a caer unas pocas gotas de agua sobre el Falcon. Mientras la preocupación nos embargaba a todos, observamos que en medio de aquellas marrones y muy bajas nubes, se habría una pequeña ventana verde, anunciando la inminente piedra.
Instantes después, el diluvio que caía sobre nosotros, no nos permitía ver a más de 5 o 10 metros. Bajé la velocidad de marcha del auto, pero aún así, era verdaderamente difícil conducir. Tampoco podíamos detenernos en la banquina, pues era peor el peligro de ser embestidos desde atrás por otro vehículo. Por lo que continuamos a marcha muy lenta.
En medio de aquella tensa situación, sentimos un golpe seco y agudo en la chapa del auto, un TAC!, que golpeo directamente nuestro sistema nervioso. Mientras nos mirábamos, sentimos el segundo TAC!, y el tercero. Inmediatamente paré el auto en la desconocida banquina, y nos bajamos, Paula, Lucho y yo. Rápidamente abrí el baúl del auto y soportando los golpes de la piedra, sacamos cada uno una manta y cubrimos una parte del auto, capot, techo y baúl. Y rápidamente nos metimos nuevamente en el auto.
100 % mojados, comenzamos a ver que las colchas que habíamos puesto sobre el auto, se despegaban del mismo a raíz del increíble viento que azotaba el lugar. Con las puertas pudimos sujetar las mantas, pero con esto también logramos canalizar el agua hacia dentro del auto.
El ruido de la piedra nos ponía cada vez más nerviosos, y nuestras miradas se cruzaban como pidiéndonos una solución entre nosotros.
La piedra duró unos quince minutos, pero el diluvio continuaba.
Por el espejo retrovisor pude ver que se nos acercaba un vehículo a marcha lenta y al pasar por nuestro lado, pude observar que lo hacía a unos 30 o 40 centímetros de nosotros, y las mantas cubrían las luces posteriores del Falcon, situación más que peligrosa en la forma que continuaba cayendo aquella cortina de agua. Por lo que decidí que había que continuar el viaje. Inmediatamente nos bajamos con Lucho y quitamos las pesadísimas colchas de encima del auto, tratamos de estrujarlas un poco antes de guardarlas en el baúl nuevamente, y continuamos viaje.
El panorama no era para nada esperanzador. Cada vez se veía menos. A la incesante lluvia había que sumarle la humedad que empañaba por dentro el vidrio. Por momentos tuve que sacar la cabeza por la ventanilla en medio de aquel temporal, para poder ver por donde iba. Las marcas blancas de la ruta, habían desaparecido totalmente.
Mientras marchábamos lentamente, tratando de escuchar que el sonido del motor se mantuviera parejo y estable, comenzó a caer piedra nuevamente. Otra vez cruzamos miradas para ver que hacíamos. Como el tamaño de la misma no era tan grande, decidí continuar.
Paulatinamente fue dejando de caer piedra. No así agua.
A medida que nos acercábamos a Alta Gracia, comenzamos a cruzar lagunas de agua más grandes, las que se nos dificultaba anticipar ya que la oscuridad de la tormenta, la noche y la falta de luz en la ciudad habían decretado la nulidad de visión.
En algún momento yo debía girar hacia la izquierda buscando la ruta hacia Los Reartes, pero ante este panorama, simplemente seguí.
De pronto comencé a sentir que el auto estaba más pesado que lo normal. Bajo la inacabable lluvia, asomé la cabeza fuera de la ventanilla, y observé que estábamos en una laguna que nos llegaba hasta el zócalo del auto. Sin poder detenernos continué haciendo sonar más y más el fiel motor de 6 cilindros. Entre el agua y algunas luces rojas, observamos un supermercado que tenía una playa de estacionamiento en subida, en donde se encontraban aparcados algunos vehículos. Esto nos trasmitió la tranquilidad de saber que habíamos llegado a Alta Gracia, pero a la vez observamos que entre nosotros y aquel supermercado, cruzaba un verdadero río, y en medio se nos interponía un auto que había intentado atravesarlo.
Sin pensarlo dos veces, y haciendo caso de ese instinto que lo lleva a uno a actuar y después razonar, aceleré esquivando el vehículo detenido, y aumentando lo más que pude las revoluciones por minuto del Ford. No con poca preocupación, sentimos que el motor aminoraba la marcha y que los escapes emitían un sonido raro, inusual, si se quiere burbujeante, señal que estaban bajo el agua.
No obstante el Falcon continuó y llegó hasta la playa de estacionamiento, y allí frenamos.
Los suspiros que emitíamos, denotaban un enorme alivio y poco a poco comenzamos a tranquilizarnos. Por mi parte, lo que más me calmó, fue escuchar aquel motor todavía en marcha.
A medida que pasaba el tiempo, el agua bajaba. Más o menos unos 40 minutos más tarde, pudimos volver a cruzar aquel debilitado río urbano, para volver a retomar la calle que atraviesa Alta Gracia. Antes de esto, nos detuvimos en una estación de servicio y allí pudimos cambiarnos, ponernos ropa seca y comenzar nuestro viaje nuevamente. Solo una idea cruzaba por nuestras 4 apesadumbradas mentes, llegar al campamento.
Después de cargar combustible y comer algo de chocolate para recuperar calorías, pudimos continuar nuestro accidentado viaje y tras recorrer unos 60 kilómetros más, cruzando algún que otro rió desbordado hacia la ruta, logramos llegar a Los Reartes.
Al cruzar una tranquera y un mangrullo con el cartel que rezaba, “Grupo Scout Tinku Huairaspa”, y recorrer unos 20 metros de pasto, pude detener el auto y sentirnos más seguros.
Cuando bajamos del Falcon, la oscuridad en aquel lugar, era total y absoluta, no lográbamos ver ni a un metro de distancia. Pero en breves minutos comenzaron a aparecer las linternas de algunos caminantes y dirigentes que salieron a recibirnos. Los abrazos y los gritos de alegría nos transmitieron esas sensaciones de tranquilidad y familiaridad que estábamos necesitando. Estábamos en casa.



Capítulo 2
La noche anterior, habíamos llegado a las 23:30 hs., por lo que estábamos totalmente agotados, pero felices de haber logrado nuestro cometido. Personalmente, me tranquilicé mucho, tras haber estado con Agustina y Christian, quienes fueron avisados por Poli (dirigente scout) de que habíamos llegado.
Nos habían recibido con algo de puchero y pastel de papas, también con un raro postre chileno que imagino debía de tener muchas proteínas y vitaminas, ya que no me gustó y generalmente lo más rico es lo menos saludable. Igual con el hambre que teníamos todo nos vino bien, inclusive aquella bebida casera y a temperatura ambiente, que vaya a saber quien había preparado...
Recién al otro día y tras haber ocupado un minúsculo espacio para dormir en la carpa de los más viejos (Pablo, Rodolfo, Alejandro y Jorge), pude apreciar el campamento. Desde donde había dejado el auto, viniendo hacia el oeste del camino, se extendían unos 20 metros hasta una tranquera de alambres y palos, la que durante la mañana, los padres que nombre antes, se encargaron de quitarla y fabricar una hermosa tranquera de maderas con bisagras y tensores, digna de un carpintero experto.
En el tramo de estos 20 metros se encontraba una hondonada de
unos dos metros de ancho y que se hundía aproximadamente uno. Al otro día pudimos apreciar que se trataba de un desagüe natural, y que con la lluvia, se convertía en poco menos que un río.
Pasando esta tranquera, se abría un campo grande y muy verde rodeado por un frondoso bosque a la izquierda y al frente y un arroyo a la derecha. Un lugar paradisíaco. En frente y antes de que comenzara el bosque, pude observar las 2 filas de carpas, habitadas por la agrupación de scouts. Un poco más a la derecha se observaba otra fila de carpas que pertenecían a los caminantes, y entre las dos filas, se distinguía una carpa un poco más grande, estructural, la que ocupaban los padres. Más a la derecha, observé las letrinas, las que al ir a verlas me llamaron la atención y me sorprendieron gratamente, ya que con cuatro postes envueltos en una tela gruesa, un techo de madera, dentro un inodoro perfectamente limpio con un sistema de caños de desagüe, que no todos los camping tienen, y un tacho de agua al lado para utilizar como cadena de desagote, esta gente había suplido perfectamente a un baño de un hogar, lo que como padre de dos scout, realmente me tranquilizó mucho.
Más allá y detrás de las líneas de carpas, se encontraba la cocina. Una estructura de maderas y chapas como techo, bordeada en su interior por una fina mesada de madera terminando a la derecha con dos quemadores para leña. Conformaba la mayor extensión techada del campamento, cubriendo aproximadamente unos 15 metros cuadrados. En este sector se preparaba la comida de todo el campamento. Detrás de la cocina, otro sector techado de menos metros, guardaba de todos los ingredientes para preparar las comidas.
Ya ubicado en la cocina y tras haber cebado unos mates a los padres que hacían la tranquera, mientras picaba unos pimientos para preparar junto a Pablo unos bifes de hígado con puré de papas y zanahorias, pensaba en la importante organización que requería la instalación de esta cantidad de personas (unos 50) y en su mayoría niños, en medio de la nada y contando solamente con árboles, y arroyo y unas carpas. En ese momento tomé noción de lo que significa vivir en medio de la naturaleza, y de la importancia que esto tenía para los niños.
Siempre hice alarde de haber pasado una infancia movida, agitada, inquieta y llena de aventuras, pero aquí comencé a darme cuenta de que esto no lo había vivido nunca, y lo más importante de todo, que mis hijos lo estaban viviendo, lo estaban incorporando, estaban creciendo.
La gran cantidad de episodios y experiencias vividas por ellos, y que pueden sentarse a contarnos, me dan ahora la razón. Aunque ellos aún no habían pasado por el momento más difícil del campamento.
Detrás de la cocina, a unos 15 metros pasaba un arroyo que mientras no lloviera, parecía bastante inofensivo, pero observando los grandes troncos que se encontraban atravesados, uno podía darse cuenta de que crecía bastante en momentos de lluvia. Igual, la cocina estaba lejos y el campamento mucho más lejos.
En este arroyo, los caminantes hicieron uso de sus dotes de constructores, levantando un puente digno de un río. Con troncos firmes y de buena altura, lograron comunicar los dos sectores. Del otro lado del arroyo, bastante más allá, se encontraban acampando un grupo reducido de scouts, oriundos de Buenos Aires, y pertenecientes a una colectividad húngara. Con sus pañuelos verdes, pasaban a menudo por el medio del campo scout, saludando a todos de muy buena gana.
Todo parecía marchar de maravillas. Hacía cuatro días que los scouts y los caminantes, guiados por sus dirigentes, trabajaban y ponían en condiciones el campamento, para recibir el día lunes siguiente a los más pequeños, los lobatos, y también el domingo a los padres, ya que era día de visitas. Los rincones de cada agrupación se encontraban en perfecto estado y cada rama preparaba alguna actividad para el fogón del día sábado por la noche.
La importancia de este fogón es muy alta, ya que por lo que puede observar un extraño como yo desde afuera, el fuego se transforma en compañero del scout, cuando este se encuentra en la soledad del monte. El fuego le transmite, calor, luz y compañía. Con sus raros movimientos y sus imaginarias formas le muestra al scout que está acompañado por el espíritu de la naturaleza.
Y más importante aún es cuando se realiza el fogón, ya que toda la agrupación se junta, y a través de chistes, juegos y demás actividades, entre todos se transmiten compañía, amistad, solidaridad, y un montón de otros sentimientos, muy difíciles de describir. Todos, alrededor del fuego.
Esa noche, no faltó nada, ni el fuego, ni la amistad, ni la solidaridad y ni todos los otros sentimientos.



Capítulo 3
Todo comenzó, cuando por la tarde del 8, sábado, una de las niñas, una scout, comenzó a sentirse mal, con dolores de estómago y algo de fiebre. Entre Sol (dirigente scout) y Poli, dieron el aviso a Jorge (dirigente de toda la agrupación). Quién a su vez me solicitó si podía llevarla hasta Villa General Belgrano, a unos 8 o 10 km. de allí. El otro vehículo que se disponía era un Jeep de Sebastián (dirigente de lobatos), que más tarde cumpliría una importante misión. Pero por ahora decidimos ir en el Falcon.
Partimos a la Villa, Poli, la nena enferma y yo. Minutos más tarde, y tras haber cruzado esta localidad, que a esta altura del año, se encuentra abarrotada de turistas, nos encontramos en un Centro Médico Asistencial dependiente de la municipalidad de Villa General Belgrano. Allí, tras una revisión del caso, la doctora decidió suministrarle un par de inyecciones a nuestra sufrida niña, quien inmediatamente comenzó a sentirse mejor, y por añadidura, y como si fuera nuestra hija, nosotros también comenzamos a sentirnos de la misma manera.
Llegamos al campamento a eso de las 5 de la tarde. Cuando me bajaba del auto, me enfrenta Lucho y me dice “Al Christian no le podemos bajar la fiebre, tiene 39 y medio”.
Fue una pequeña puñalada. Increíblemente había otro enfermo.
Fui hasta la carpa, y efectivamente, se encontraba Christian con una muy alta fiebre, casi no podía hablar y Poli, le suministraba paños de agua, para bajársela. Esperamos un poco para ver si mejoraba, pero no, nada que hacer. Lo abrigamos y lo subimos al Falcon. Y nuevamente rumbeamos para la Villa.
Otra vez en el mismo Centro Médico, y la doctora que diagnosticó “Angina roja”, “bajar la fiebre y nada más”. Por supuesto que a Christian le cambió bastante la cara, cuando se enteró de que no era necesario volverse a Unquillo. De todos modos no estaba bien y la fiebre lo tenía por el piso.
Una vez que llegamos nuevamente al campamento, lo llevamos hasta su carpa, lo acostamos, le dimos su medicamento y me fui para la cocina. No llegué.
En el camino me cortó Jorge, que con cara de mucha preocupación me dijo “tenemos 4 enfermos más”. Me quedé helado.
Los dirigentes se miraban entre sí. Todos los análisis que hacía, apuntaban a determinar, “que estaba pasando”. Un enfermo puede ser, dos también, pero seis! Imposible.
Los padres, también comenzaron a preocuparse y daban vueltas por la cocina y por el campamento, como buscando en el piso, en el cielo o en el fondo de una olla, una respuesta.
El grito de Jorge “Formación!”, no se hizo esperar. Las palabras que expresó a sus dirigidos, fueron claras y de voz firme, “Tenemos a varios chicos enfermos, algunos con fiebre y otros con dolor de panza... hay alguno más que se sienta mal?!”. El semicírculo que habían formado los scouts y los caminantes, permaneció inamovible. Una pequeña silueta levantó el brazo, para notificar que había alguien más.
“Nos vamos para Villa General Belgrano a ver un médico, les pido que me digan sinceramente si hay alguien más que se sienta mal”. Más tarde nos enteraríamos de que a alguno más le dolía la panza, pero no había querido decir nada, por ese inocente instinto de supervivencia que tienen los niños.
Noté que los elásticos del Falcon cedían a cada niño que subía, cuantos eran? 5, 6 , Jorge, yo, ya no sé cuantos éramos, solo sé que en unos 15 minutos estábamos en la casa de una pediatra, pues la cosa ya no daba para una guardia.
La gran mesa ovalada situada en el living de la casa de la doctora, había sido copada por las niñas enfermas, como si hubieran hecho una reunión de directorio y desde allí evaluaran las acciones de la doctora, quien atendía de a una, en una cama ubicada en la orilla del ambiente. La doctora había derivado en su madre, una muy amable señora, la tarea de hidratar a las niñas con agua tónica y de tomarles la fiebre. Por supuesto que esta adorable mujer, terminó enamorada de las niñas, a punto de querer que una de las que peor estaba, se quedara a dormir con ella, para poder cuidarla mejor.
Tras repartir algunas inyecciones y varias pastillas, la pediatra nos encomendó algunos cuidados que deberíamos adoptar en adelante. Mientras tanto yo me comunicaba vía celular, que nunca tienen señal pero aquel día sí, con el campamento para pedir que hirvieran toda el agua de ahora en más, pero no obtuve la respuesta que quería.
Había 4 enfermos más en el campamento. Todos con dolores de estómago y algunos con fiebre.
Cada vez que le comentaba a Jorge, este miraba al cielo, como preguntando... “hasta cuando?”
Al llegar al campamento, nos encontramos con todos los que se habían sumado a los enfermos. Eran unos 10 o 11 en total.
En esos momentos difíciles, la actividad de cada adulto aumentaba, algunos preparaban sales hidratantes, según las recomendaciones de la doctora, otros hervían agua, otros íbamos a la farmacia a buscar remedios, a comprar agua mineral, otros revisando a todos los niños, para encontrar algún otro que se sintiera mal, otros detrás de los que ya estaban mal, suministrando los remedios, etc. Todos iban y venían haciendo algo. Aparte no se podía olvidar a los que estaban bien, pues debían comer y continuar.
Se organizó una guardia para el suministro de los medicamentos, básicamente manejada por Sol y Poli, quienes caminaban de carpa en carpa atendiendo a cada niño enfermo.
Una vez que todos hubieron comido y que estuvo todo organizado, los niños en sus carpas y los remedios tomados, nos sentamos en la cocina a analizar lo que estaba pasando.
Si bien todo parecía controlado, la preocupación por la recuperación de los enfermos y el miedo a que surgieran más chicos con problemas era general. Igual, de a poco nos fuimos tranquilizando y terminamos contando algunos chistes y distendiéndonos un poco.
Yo por mi parte, necesitaba que la fiebre de Christian bajara alguna línea. Recién como a eso de la 1:00 de la mañana bajó a 38, por lo que decidí ir a dormir.
Cuando el día es agitado, uno no se da cuenta de lo cansado que está, hasta que no frena. Aquella noche, hubiera podido dormir en una piedra si hubiera sido necesario. Estábamos totalmente agotados, y los padres que compartíamos la carpa, más aún, porque éramos todos viejos.



Capítulo 4
No pasaron un par de horas, cuando comenzó a sentirse la lluvia en el sobretecho de la carpa. Parecía una lluvia normal y
tranquila. Pero media hora más tarde todos nos despertamos por el terrible viento que había comenzado a soplar, que junto con la fuerte lluvia en la que se había transformado, hacían que la carpa se moviera para todos lados, como si fuera a salir volando.
No demoró mucho Jorge en abrir el cierre de la carpa y buscar un lugar para recostarse, sucede que él dormía en una especie de alero que tenía la estructural y el mismo no tenía piso. El agua comenzó a entrar y a formar una pileta, mojando su bolsa de dormir y todos nuestros bolsos y ropa.
Es lógico pensar que me fue imposible volver a dormir, mientras continuara aquel temporal.
No solamente yo, también Rodolfo estaba inquieto, y en la oscuridad, nos levantamos y dimos el aviso de que nos iríamos a ver como estaban los chicos. El resto de los padres comenzaron a levantarse. Muy probablemente este tipo de reacciones como la mía y la Rodolfo, son las que echan por la borda toda una estructura de dirección y trabajo como la que tienen los scouts, y quizá, desde mi óptica, sea este uno de los motivos por lo que no es muy conveniente que los padres participen de estos campamentos, ya que es bueno confiar en quienes están a cargo de todo. Como sea... ahí estábamos y no podíamos dejar de ser padres, por lo tanto, actuamos como tales.
A alguno se le encendió la “lamparita” y propuso que fuera uno solo de nosotros a ver que pasaba con el resto del campamento, y después volviera con las novedades. Por supuesto que como yo ya estaba al lado de la puerta y listo para salir, no dudaron en señalarme.
Al ver mi bolso de ropa flotando en aquella pileta, pensé que no debía mojar la única remera seca que tenía, por lo que me la quité y quedé con el torso desnudo. Así, abrí la carpa y salí corriendo hacia la cocina que se situaba a unos 20 metros. Antes de salir, alguien me proporcionó una linterna, la que me sirvió para ver el inundado piso mientras corría. A medida que llegaba a la cocina comencé a sentir la increíblemente fría agua de lluvia. Sin dudas en algún lugar cerca de allí, había caído piedra. El agua estaba helada. Y yo en cueros!
Ya en la cocina, observé que estaban Sol, Poli, Lucho, Anita (Hija de Jorge y dirigente de lobatos) y una de las niñas enfermas que estaba sentada a lado de los quemadores de leña, calentándose. “Como está todo?!” pregunté a Sol, “bastante mal” me dijo rápidamente “tenemos más chicos descompuestos, algunos con diarrea y otros vomitando” , “encima la lluvia está entrando en las carpas” agregó Lucho desde atrás.
No había terminado de escuchar la frase cuando, bajo la blanca cortina de incesante lluvia, salí corriendo hacia la carpa nuevamente, sin prender la linterna y sin tener ningún cuidado por donde corría o donde pisaba. Simplemente, el frío me estaba llegando a los pulmones. Lo sentía en todo el cuerpo, por fuera y por dentro. Al ingresar a la carpa, los padres estaban esperando ansiosos las novedades, pero yo no pude ni siquiera abrir la boca. Estaba tiritando y mis mandíbulas estaban tensas y apretadas. Abrí el bolso que estaba flotando y comencé a buscar una toalla que tenía, esperanzado en que estuviera seca. La hallé y comencé a secarme rápida y bruscamente. Luego me puse la remera y recién allí empecé a sentir calor y pude hablar.
Le transmití a los padres lo que había escuchado y rápidamente se cubrieron con pilotos y paraguas y salieron de la carpa. Inmediatamente Pablo preparó la carpa para que trajéramos a los más enfermos, ya que más allá del sector del alero, el resto de
la carpa estaba seco. Por lo que los dirigentes comenzaron a buscar a las niñas enfermas y a traerlas hasta nuestra carpa.
Mientras tanto, el resto circulábamos bajo el torrente de agua de carpa en carpa, verificando la situación de los chicos, los que estaban mal, los que estaban con agua dentro de la carpa, etc. Para mi sorpresa me encontré con una preparación de los chicos para manejar el tema de la lluvia, que en verdad no esperaba. Yo con mis 37 años de edad y unas cuantas salidas en carpa durante mi niñez y juventud, y con toda la experiencia que uno suma y acumula a lo largo de una movida vida, con todo eso, no tenía los conocimientos y la preparación que encontré en estos niños que sabían manejar perfectamente el agua y que mantenían una tranquilidad admirable en un momento de mucha lluvia y viento. A mi paso por las distintas carpas iba preguntando “Como están por aquí ?!”, y las respuestas fueron “Todo bien... solo que estamos aburridos!!”; “Muy bien, nos entro agua pero ya la drenamos y ahora esta todo bien!” ; “Bien.. estamos contando historias de miedo!” o “Estamos bien, pero a fulano le duele la cabeza y tiene fiebre, pero Sol ya le dio un remedio”. En el más gracioso de los casos, no escucharon mi pregunta y simplemente escuché un “Quiero retruco!”, lo que me bastó para saber que todo estaba bien.
La tranquilidad y la técnica que aplican estos niños scout a los momentos de tormenta es increíble. Y uno que ve un par de nubes y se empieza a poner nervioso.



Capítulo 5
El hecho es de que si bien varios niños estaban descompuestos y salían de sus carpas rumbo a las letrinas, y otros aún estaban con fiebre dentro de sus carpas, ellos mismos supieron controlar toda la situación, bajo la permanente supervisión de los dirigentes.
Sobre esto necesito detenerme. Los dirigentes. No puedo justificar ni criticar lo que alguno haya hecho o haya dejado de hacer. Simplemente observé que cada uno actuaba naturalmente.
Así como “naturalmente” un día decidieron ser scouts, y como otro día les nació ser dirigentes y hacerse cargo de 20, 30 o la cantidad de chicos que sean. Así como encaran grandes proyectos.
Así como enfrentan el enorme desafío que es transmitir valores tanto prácticos como éticos y morales a un grupo de niños que se encuentran en una de las edades más difíciles del ser humano. Enseñanza que comparten con los respectivos padres y que juntos combaten día a día con una realidad muy dura, en una batalla realmente muy despareja.
Así como “naturalmente” hacen todo esto solo por amor al scoutismo y a los niños.
Así actuaron ese día... naturalmente, como les nacía. Algunos con más responsabilidad que otros, otros con más dinamismo que algunos, otros sintiéndose más fuertes y tranquilos, algunos más sensibles y preocupados. Todos actuamos así, me incluyo.
Cerca de las 5 de la mañana, decidimos llevar a una de las niñas que estaba más afectada que el resto, hasta la Villa. Tarea nada fácil teniendo en cuenta que aún llovía torrencialmente lo que no permitía ver por donde se manejaba y los caminos estaban anegados. La única alternativa era que Sebastián la llevara en el Jeep, así que junto con Lucho la llevaron en medio de la cortina blanca de agua. Más tarde se comunicaron con nosotros y nos informaron que la niña estaba mejor, pero que si empeoraba deberían ir hasta Santa Rosa de Calamuchita a buscar un Hospital Regional, por lo que esperarían a ver como evolucionaba para ver que hacían.
El resto de los niños se mantuvieron en sus carpas.
Nosotros entre que íbamos de un lugar a otro, pasábamos por la cocina, tratábamos de secarnos un poco al lado del fuego, que por supuesto estaba prohibido apagarse.
El sentimiento de encontrarse entregado a la lluvia y al frío, no es del todo malo. Cuando uno ya está totalmente mojado y puede medianamente manejar el frío, comienza a sacarse preocupaciones de encima, como son el no mojarse la ropa, las zapatillas, etc.. Por otra parte, el contacto extremo con la naturaleza afianza nuestras relaciones con ella, haciendo que cada vez nos sintamos más parte de la misma.
Para los que creen que han vivido de todo en la vida... siempre hay algo más.



Capítulo 6
A medida que el sol comenzaba a iluminar las nubes desde arriba, nuestra visión iba mejorando, pero la lluvia no aflojaba.
En una pequeña reunión en la cocina, entre algunos padres y Jorge, éste nos informó que iría hasta el pueblo a ver si podía conseguir que nos abrieran las puertas del club, para poder trasladar a los niños que estaban enfermos y allí poder estar más tranquilos, y sobre todo en un lugar seco.
Este era el plan previsto para los casos de lluvias fuertes. Lo que estaba imprevisto, es que en el club, durante la noche del sábado, había tenido lugar un baile, por lo que estaba todo sucio y desordenado. Imposible ir allí.
Acompañado por Rodolfo, Jorge anduvo por el pueblo, tratando de ubicar al intendente, quien, tras recibirlos, los autorizó a ocupar un salón disponible en la Casa de la Cultura.
Luego de localizar un móvil 4x4 de la policía y solicitarles que nos ayudaran a trasladar a los niños hasta allí, volvieron al campamento.
Subidos a las espaldas de algunos dirigentes y algunos padres, los niños fueron llevados hasta la pick-up de la policía. Para ello era necesario cruzar el pequeño valle y aquel cauce oculto que se formaba solamente cuando llovía. En cuestión de minutos, algunos caminantes dirigidos por Guillermo, construyeron un pequeño puente, formado por tres troncos, a través del cual cruzaban todos. Otros lo hacían directamente por el agua ya que no era muy profundo, pero estaba muy resbaloso.
Luego de un par de viajes, se habían trasladado a unos 15 chicos, algunos colchones y gran cantidad de mantas y ropa seca. Junto a los niños fueron Sol y Silvia (dirigente de los caminantes), y entre las dos se hicieron cargo del grupo, llevando y suministrando los remedios, y asistiendo permanentemente a quienes aún se sentían descompuestos.
Cuando paró un poco la lluvia, comenzamos a llevar a todos los scouts hasta el lugar, buscando que todos estuvieran secos.
Con la ayuda de algunos caminantes para salir de una banquina profunda en la que el Falcon quedó patinando, fui hasta la Casa de la Cultura.
Una vez allí, observé que dentro del salón y sobre un escenario, habían colocado todos los colchones y allí se encontraban descansando todos los niños.
La situación, no mejoraba mucho. Si bien la lluvia había parado, los niños seguían descompuestos.



Capítulo 7
Ese día, el domingo, era día de visitas de los padres. En momentos comenzaron a llegar todos, inclusive Gaby, y antes de llegar al campamento, unos 400 metros antes, se encontraban con la Casa de la Cultura, y un gran número de scouts, dirigentes y padres afuera. Cada uno iba reaccionando distinto al feo panorama de, primero, todas las calles y caminos mojados, barro por todos lados, etc y luego, al entrar al salón, ver a sus hijos enfermos y no en el lugar que esperaban que era el campamento.
Rápidamente Gaby, igual que mucho padres, quiso llevarse a Christian a casa. Quizás, solamente para brindarle ese calor y ese bienestar, que solamente se encuentra en el hogar.
Igual, creo que Jorge y el resto de los dirigentes, ya tenían asumido que deberían levantar el campamento. A lo mejor, la duda era cuanto del campamento deberían levantar, solo los scouts, todos inclusive los caminantes, pero en definitiva, ante la cantidad de enfermos que había, no se podía correr riesgo de contagios o rebrotes.
En el momento y hasta ahora, nadie tenía en claro que fue lo que causó las intoxicaciones, se barajaron muchas hipótesis, cada persona tenía la suya, inclusive los médicos que intervinieron opinaban cada uno algo distinto. El agua, las salchichas, la mayonesa, el calor, el postre chileno, algún scout que trajo el virus desde su casa, una bacteria, etc etc etc... en definitiva todos tenían la verdad, y a la vez, nadie la tenía.
A fin de cuentas, cerca de las 11:00 de la mañana fuimos con Agustina y Gaby hasta al campamento a recuperar todas nuestras pertenencias. El panorama era bastante desolador, había barro y agua por todos lados. Alrededor de las carpas estaba lleno de ropas, zapatillas y demás cosas de los chicos que por estar llenas de barro o mojadas las iban sacando afuera. Fuimos juntando lo que pudimos. Al llegar a la cocina, algo cambiaba el paisaje, algo mejoraba la vista y también el olfato. La familia de Silvia, que se estaban encargando de ordenar el lugar, estaban preparando un asadito, como para ir cambiando de onda.
Regresamos a la Casa de la Cultura y nos preparamos para volver a Unquillo.



Capítulo 8
Mientras saludaba a todos los que podía, traté de encontrar alguna cara alegre, alguien que se sintiera mejor que yo. En realidad yo estaba doblemente amargado, tanto por la salud de Christian (inevitable preocuparse cuando un hijo esta enfermo) como por mi pronto regreso. Pocas eran las horas que había podido disfrutar del campamento. Ese hecho se me había ido perdiendo de vista y solo quería que todos los niños enfermos se curaran. Como fuera. Si para eso debían irse a sus casas, que así fuera. Pero cuando empezamos a preparar todo, y empezamos a saludar, me di cuenta de lo que estaba sucediendo.
Simplemente con ver a Agustina con las lágrimas aguantadas en sus ojos, pude comprender el golpe bajo que estaba significando levantar este campamento.
No es muy difícil entender esto. Todos los integrantes de la agrupación, se preparan durante todo el año, para salir de campamento. Salen algunas veces durante el transcurso del año, pero las demás veces son como muestras de lo que va ha ser el gran campamento de verano, en donde pasan 12 días conviviendo con sus amigos y utilizando todas las técnicas y recursos que han aprendido durante el año.
Es comparable con un deportista que estuvo todo el año preparándose para competir en el campeonato más importante, cada tanto participó en diversos certámenes como preparatorios para el gran campeonato final. Y cuando llega el momento, en mitad de la final, tiene que abandonar por una gripe. Ha de ser decepcionante y muy doloroso.
Scouts, caminantes y dirigentes, estaban sentados cada uno donde podía, con los ojos rojos, al borde del llanto. A esto se sumaba el agravante de que los lobatos (más pequeños) se sumarían el día lunes, y había que avisarles que no vinieran.
Todo era muy duro.
Así y todo, tuvimos que partir, solamente pensando en la salud de Christian. Tras un tranquilo viaje de regreso, llegamos a casa como a las 15:00 del domingo.



Capítulo 9
Días más tarde, me avisaron que se reunirían todos los dirigentes y los padres que habían ido al campamento, a fin de evaluar lo sucedido y programar como continuaría todo esto. Asado de por medio y luego de entablar algunas discusiones normales, en las que los padres no dejamos de ser padres y los dirigentes buscaron reafirmar su confianza en ellos mismos, acordamos juntar a todos los padres el sábado siguiente.
Ese sábado lleve a Agustina y Christian, que ya estaba en perfectas condiciones al campo scout a eso de las 15:00 ya que se juntaban para repartir las cosas y ropas que habían traído los dirigentes dos días después que se levantara el campamento, tiempo esté que les llevó desarmar y secar todo.
Me sorprendí al ver que solo faltaban 2 scouts que no habían podido ir porque simplemente estaban de vacaciones en otro lado. Pero estaban todos!! Y con mejor onda que nunca.
Todos estaban muy alegres de haber vuelto a verse, tras haber deambulado por una semana triste y apagada.
Se los veía felices de estar juntos, como si las enfermedades y las lluvias torrenciales solo hubieran podido unirlos mucho más.
Esta imagen me hizo reflexionar mucho a cerca de mis juicios sobre cómo se manejaba todo, si hacíamos las cosas bien o no. Si alguien había actuado bien o no, etc.
El hecho era que... éste era el lugar en donde tenían que estar mis hijos. Este era el lugar y ésta era la gente, en donde y con quién mis hijos se sentían bien. Se los veía alegres, contentos.
Simplemente ellos, los scouts, con su inocente alegría y su regocijo, me estaban transmitiendo que ellos se sentían bien allí, por lo que deduje que eran muchas más las cosas buenas que allí se hacían que las malas (si es que las había). Que el balance era positivo. Que la balanza se inclinaba hacia este lugar.
Y la inevitable pregunta simplemente vino a mi mente... “Cuanto mejor hago las cosas yo como padre?” ... la autocrítica siempre es buena.





Capítulo 10
Esa noche, nos juntamos muchos padres, dirigentes, scouts, caminantes, lobatos... un montón de gente. Allí, en el mismo lugar. En el campo scout. Un pequeño bosque con una vieja edificación a un costado, la cual solo se puede usar para guardar las pocas pertenencias de la agrupación.
En medio del pequeño bosque, se formó un semicírculo de mesas en donde se ubicaron casi todos, el resto estaba parado cerrando el círculo. La oscuridad era levemente cortada por una luz colocada en la edificación.
Jorge explicó a todos lo sucedido, con palabras tranquilizadoras y describiendo el lugar, los hechos, etc. Luego algunos padres expresaron su apoyo al grupo. Quizás algunos tenían ganas de manifestar alguna queja o alguna crítica, pero nadie lo hizo. Creo que con críticas o sin ellas, el que estuvo allí esa noche, estuvo apoyando al grupo scout.
También fue tema de conversación la realización de pequeños campamentos para las distintas unidades, a fin de realizar un correcto cierre al campamento de verano, y brindar a los lobatos, scouts y caminantes la posibilidad de disfrutar como se debe un campamento.
Luego de esa charla, nos dispusimos a comer algo que cada familia había llevado y a compartir comentarios y conversaciones. Todo parecía ir finalizando y llegando a buen puerto. Pero aún quedaba algo.

Los scouts habían preparado unos muñecos de papel para quemar en un pequeño fogón. Cada uno debía arrojarlo a la fogata y pedir un deseo. Estos deseos eran lo que sentían todos los scouts.
Otra vez, el fogón cumpliendo su rol de unificador, de convocador, de iluminador, y ahora también cumplía deseos. Increíble.
Muchas cosas aprendí de mi accidentado fin de semana con los scouts, y también muchas logré comprender aquel sábado después del campamento. Una de ellas fue: las funciones del fuego...

...aquella noche, ese fuego, estaba haciendo muchas más cosas que quemar leña y papel...

FIN




ENERO 2005
LOS REARTES - CALAMUCHITA
CAMPAMENTO DE VERANO
AGRUPACIÓN SCOUT TINKU HUAIRASPA
De UNQUILLO - CORDOBA

Don Lito Social Club


Y al final... nos sacamos las ganas de visitar a Don Lito en Quillinzo. 12 hombres (entrados en años) nos pusimos de acuerdo, le avisamos a Don Lito Medina que ponga un cordero en el horno de pan y antes del mediodía del sábado (me acuerdo que era febrero, pero no me acuerdo la fecha) arribamos a Quillinzo (Provincia de Córdoba), en donde comimos como verdaderos salvajes y aparte de eso, tambien... comimos. A la noche la lluvia quiso complicarnos las cosas, pero como era de esperar, de un grupo tan experimentado como este, las cosas se nos complicaron peor!!! No, en verdad que lo pasamos muy bien, y ni la lluvia impidió que hicieramos un asado bajo el torrente de agua (hicieramos? fue el Ale Gutierrez, con la asistencia de Juancho Battahus). Algunos durmieron en carpa, otros... dormimos a la intemperie. A la mañana nos volvimos. Una más de las inolvidables experiencias con estos viejos que estan totalmente locos.

Salud a ellos!